Emociones

Existe a nivel individual y en sociedad la tendencia a no aceptar las emociones de una forma natural y neutra. Consideramos que algunas (como la alegría, la felicidad o el placer) son “buenas y/o positivas” y otras (como el dolor, el malestar o el displacer) “malas y/o negativas”. Cada emoción tiene una función supervivencial concreta, debido a lo cual, no existen las emociones “buenas o malas”,  son todas necesarias y  forman parte de un paquete preprogramado naturalmente, que nos ayuda a sobrevivir. El miedo por ejemplo, nos avisa de un peligro y la tristeza, nos ayuda a gestionar las pérdidas.

Tratamos de evitar las emociones displacenteras (dolor, malestar…) y de retener las placenteras (alegría, felicidad…), olvidando que los dos tipos son igual de necesarios para poder adaptarnos de una forma funcional a la vida. Necesitamos comprender la importancia de aprender a dejar de evitar el dolor y de tratar de retener el placer, ya que de esta forma únicamente provocamos “atascos” emocionales, ya que la naturaleza de las emociones es fluida y está en constante movimiento.

La gestión emocional pasa principalmente por la aceptación de lo que uno mismo está sintiendo y sentirlo plenamente, porque las emociones son energía y lo único que piden, es ser sentida. No hay que hacer grandes florituras en este proceso, se trata sencillamente de no resistirse y sentir lo que se siente en cada momento sin huir de ello evitando así, generar bloqueos difíciles de liberar más tarde. Las dificultades a nivel psicológico se originan cuando hay una gran acumulación emocional que genera malestar y forma un entramado psicológico sobre el que se sustentan numerosos signos y síntomas emocionales, somáticos, fisiológicos…. En este último caso, lo indicado sería acudir a un profesional que pueda ayudarte a gestionar la emoción elaborando los procesos psicológicos que la sustentan y también, prestarte técnicas y recursos para que puedas ir aprendiendo a gestionarlas desde ti.