La perversión del amor

¿Por qué justificamos nuestras conductas en “pro al amor”?

“Te digo o hago esto porque te quiero…”.

Para amar, hay que tener amor dentro, y las conductas y/o actitudes y/o palabras que emergen del miedo, la inseguridad o la carencia han de ser detectadas, aprender a desactivarlas y no repetirlas por norma o de generación en generación bajo el estandarte del amor.

Para comprendernos, necesitamos cierta dosis introspectiva, ganas y mucha humildad, no obstante, en este post, me gustaría ensalzar la idea del uso que hacemos del amor para justificar en realidad patrones de conducta y actitud que están instalados en nosotros y que ni siquiera nos hemos cuestionado.

Se trata de un tema muy delicado, utilizando un ejemplo; un padre que le pone un límite a su hijo, siempre dirá que lo  hace por amor, no obstante, si previamente no es consciente de donde emerge su conducta, no puede verificar que es así, simplemente es una mera repetición de lo que conoce o aprendió que es adecuado hacer para ser padre. En este caso, este padre está asociando un patrón de comportamiento repetitivo con el amor, cuando en realidad, esta posiblemente gestado en la inconsciencia, la carencia o el miedo. Insisto, no digo que ese padre no quiera a su hijo, lo que digo, es que hay una asociación errónea entre la actitud y el amor, o lo que es lo mismo, un origen de la conducta no consciente o basada en la propia carencia.

Es importante entender que el amor es una energía de apertura, donde el cuidado, la voluntad de comprensión, la libertad y la aceptación total de la persona tal y como es, son el caldo de cultivo, así que creo que es momento de cuestionarse algunas cositas y dejar de pervertir al amor utilizándolo como justificación de lo que somos incapaces de ver o asumir, ya que “hace lo que puede como pegamento” en situaciones en las que se carece de él.

“Cuando las conductas, actitudes y palabras nacen del amor, no requieren ni piden ser justificadas, se bastan en sí mismas”.

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