El miedo (II)

Como comentaba en el anterior post (El miedo), es evidente que pese a que el miedo es una reacción emocional de corte supervivencial que tiene la función de ayudarnos a reaccionar ante los peligros que surgen, las personas tendemos a generarlos y/o perpetuarlos a través de la propia mente, manteniendo las reacciones de miedo y quedándonos anclad@s en las situaciones del pasado que las generaron. En este momento, el miedo pierde su función supervivencial para pasar a cumplir una mental (la mente intenta controlarlo).

La forma en la que el miedo pasa a ser mental es bastante evidente, poniendo un ejemplo; una persona va a cruzar la calle y súbitamente pasa un coche a toda velocidad sin frenar, la persona se asusta y decide cruzar rápidamente (actúa, “ataca”), sí en este momento la persona sigue su camino y deja este hecho en una anécdota, el miedo habrá cumplido su función supervivencial y se desactivará para volver a activarse ante otro peligro inminente cuando sea requerido. Sí por el contrario, dicha persona se queda en su mente dándole vueltas constantes a la situación y rumiando varios escenarios posibles que no se han dado (“si me hubiera pillado”, “de la que me he librado…”), corre el riesgo de “anclarse” como un miedo que a futuro puede bloquearle, además de incrementar su sensación de inseguridad.

Por lo tanto, el miedo nace a nivel innato como herramienta de supervivencia y ese miedo es funcional, ya que se activara y desactivara para ayudarnos a enfrentar peligros sino tratamos de controlarlo con nuestra mente mediante la utilización de un excesivo análisis, reflexión y/o rumiación, lo cual lo incrementará, generando ansiedad y  bloqueo.

¿De dónde surgen tus miedos? ¿Los alimentas con la constante preocupación y análisis?

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