«Llorar»
Frecuentemente en consulta, me encuentro con personas que manifiestan una gran necesidad de llorar y que muestran una gran resistencia a hacerlo. Esto evidentemente se debe a condicionamientos familiares, contextuales y culturales muy arraigados que dificultan que la persona se permita a sí misma un desahogo emocional, provocándole incapacidad de elaborar los conflictos o situaciones dolorosas en su diario vivir. El llorar es visto como algo negativo, vergonzante, humillante, como debilidad… No obstante, nada más lejos de la realidad, una de sus funciones es la de liberación emocional, que ayuda a que la persona “se vacie” y en gran parte de los casos, se sienta relajada y liberada.
«LLorar no es malo, al contrario, ayuda a «desatascar» nuestro mundo interno, permitámonos y permitamos a los demás, llorar libremente cuando es requerido».
Por lo tanto, es importante que tengamos cuidado con las afirmaciones que realizamos a los niñ@s, que por supuesto son las que tenemos interiorizadas, y nos repetimos interiormente (y en ocasiones exteriormente) los adultos. Algunas de estas frases serían por ejemplo:
-“No hay que llorar”.
-“No llores más”.
-“Los niños/chicos no lloran”.
-“¿Ya estas llorando?”.
-“Llorar no sirve de nada”.
-“No me gusta/no quiero llorar”.
Por otro lado, las personas que refieren no necesitar llorar, o que “no les sale” es probable que sea porque el condicionamiento haya llegado al punto del bloqueo. Cuando hay una carga emocional evidente en una persona y no consigue romper a llorar, es interesante que busque un entorno íntimo y mediante lo que consideré requerido (música, recuerdos, imágenes…) lo trate de inducir, ya que el hecho de que no lo sienta, no significa que no esté sino que está inoculado, manifestándose en otro tipo de signos (pensamientos negativos recurrentes, actitudes reactivas…) y/o síntomas (rumiación, ansiedad, tensión…).




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