El miedo (III)

Por lo tanto, y siguiendo con lo dicho anteriormente en los anteriores posts (El miedo y el miedo II), existe un miedo supervivencial, que responde a su función y que tiene una duración determinada en relación a la situación temida, que en caso de no perpetuarse por el pensamiento, desaparece para activarse cuando vuelve a haber otra situación que se percibe como amenazante. Este es un miedo funcional.

Por otro lado, existe un miedo, de carácter mental, y este es al que generalmente hacemos referencia en nuestro diario vivir. Se trata del miedo “en mayúsculas”, el generado por nuestra mente, ya sea por la perpetuación de situaciones del pasado, como por situaciones imaginarias que no han pasado (y que en ocasiones nunca pasarán) pero que no podemos evitar alimentar con nuestra preocupación, análisis y control mental. Este tipo de miedo provoca todo tipo de malestares emocionales (ansiedad, inseguridad…) y está en la raíz de todo conflicto psicológico (TOC, Síndrome de estrés postraumático, ataques de pánico, fobias…). Es un miedo disfuncional.

Se puede tener miedo a cualquier cosa, cualquier estimulo puede ser susceptible de ser temido (arañas, animales, personas, situaciones, conflictos, dolores, sangre, fracaso, error, intimidad, exámenes, relaciones, autoridad, carencia, sentimientos, éxito, vulnerabilidad, ser uno mism@, proyectos, cambio, novedad…), son tantos, que son innumerables.

Los miedos pueden ser adquiridos por diferentes vías: a través de la familia, a través de la cultura, a través de la sociedad, a través de la religión, por aprendizaje vicario (por modelado, viendo a otra persona temer a algo, también generamos miedo), por condicionamiento clásico (condicionándolos a algún estimulo)…Sin embargo, es importante comprender, que existen algunas personas que tienen una mayor tendencia y/o susceptibilidad al miedo, debido a que muestran una gestión deficitaria del mismo, volviedose tendentes a la rumiación y al análisis constante y provocando cierta «cronicidad» ansiosa e insegura.

Por tanto, un ejercicio muy sano para empezar a trabajar los miedos sería observarlos:

¿Cuál/es son mi/s miedos?¿Son reales o imaginarios?¿Están en mi presente o son de mi pasado y los repito?¿Para qué me recreo y revivo situaciones que no han pasado o se han ido, una y otra vez?

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *